(Imagen tomada del
reportaje Winterda)
Dios, invención del hombre
El ateísmo y la indiferencia, hoy convertidos en fenómenos de masas,
tuvieron su origen en las minorías intelectuales del siglo de la Ilustración,
y recibieron el impulso decisivo en las del siguiente siglo, el diecinueve,
bajo las ideas de algunos personajes históricos, como Feuerbach,
Freud, Marx o Darwin, a
los cuales se añade en los tratados también el positivismo lógico de Wittgenstein y sus seguidores. La vieja aspiración del hombre de romper la coraza de su irremediable
finitud y miseria y tocar el cielo con los dedos, el deseo irreprimible de
evadirse del yugo de la materia y convertirse en un ser auténticamente libre,
no lastrado; en resumen, la necesidad universal de infinitud que lleva toda
la especie humana grabada en el alma (lo cual presentarán los creyentes como
uno de sus argumentos más adelante), fue aprovechada por Feuerbach
para, cambiando el enfoque ontológico de los creyentes por otro puramente
psicológico, constituirlo precisamente en todo lo contrario, en un argumento
sobre la no existencia de esa pretendida realidad transmundana llamada Dios. Sigmund Freud, poco más tarde, con la única
variante de cambiar el fenómeno psicológico llamado de "proyección",
de Feuerbach, por el del "instinto
reprimido", tan típicamente freudiano, llegará a la misma conclusión: el
concepto Dios no es otra cosa que una invención del ser humano para
satisfacer sus irrealizables anhelos de infinitud; idea frustrante en la que
también se debatirá, con dramatismo, el por otra parte profundo creyente
Miguel de Unamuno. Nuestro particular invitado a
este debate, Carlos Marx, a su vez, arribará a la
misma conclusión por otra vía muy diferente, la del materialismo dialéctico y
el substrato económico de toda la actividad humana. Y por último, el austríaco Wittgenstein y el
Círculo de Viena "inventarán" algo que realmente no es invento
ninguno, sino un simple rodeo por la semántica para acabar en el empirismo
conocido de toda la vida. Y en cuanto a Darwin y su evolucionismo, ya ha sido
expuesto en otro capítulo. En definitiva, con estos primeros pasos sobre esa
realidad inventada (según ellos) y llamada Dios, se ha desembocado en la
desacralización de la cultura, la secularización del hombre y el avance
imparable de la indiferencia religiosa. * * * Marx.-
Vosotros, los creyentes, habéis explotado esa innata inclinación del hombre a
fantasear, a concebir infinitos, eternidades y demás tonterías, para afirmar
que tales fantasías constituyen una necesidad grabada en el alma de toda la
especie humana, y que tal necesidad implica la existencia real del objeto
deseado. Lutero.-
Ese será uno de nuestros argumentos. Marx.- "Gracias a Dios" (y perdona, pero
no lo digo despectivamente), Feuerbach se dio
cuenta de la auténtica naturaleza del fenómeno. Una fantasía del hombre, y
además una fantasía irrealizable, precisamente por eso, por ser irrealizable,
le empuja a proyectarla fuera de sí mismo, con lo cual consigue la ilusión de
que sí que existe. Los deseos de inmortalidad que la fantasía le propone, el
hombre solamente puede realizarlos proyectándolos sobre otra realidad
inexistente e imaginaria. Eso es Dios. Lutero.-
Desde luego, si partes ya de que lo eterno es una fantasía no realizable, no
existente, no puede darte otro resultado nada más que ese mismo, que no
existe. Mayor perogrullada jamás pudo idear el señor Feuerbach,
y de paso menos rigurosa. Marx.-
Los fenómenos de proyección son elementales en Psicología, querido. Lo que el
sujeto teme o desea tiende a darlo realidad fuera de sí mismo para
justificarlo. Se supone que la ciencia sabe más que tú de eso. Lutero.-
Sabe más, pero lo que sabe lo aplica fatal. Porque también es elemental que,
independientemente de que tal fenómeno psicológico se produzca (cosa que
nadie niega), esa realidad puede ser que exista de verdad fuera del sujeto;
lo uno no es incompatible con lo otro. Que tú imagines una manifestación
obrera por las calles de Berlín, no excluye en absoluto que dicha manifestación
pueda estar produciéndose de verdad en ese momento. ¿Cuál es la razón para
suponer que lo que uno pueda imaginar, si es coherente, no pueda existir de
verdad? Marx.-
No empieces a alquitarar. Si el fenómeno de proyección puede explicar el
concepto Dios, no es lógico, por antinatural, inventarse que Dios existe
realmente. Lutero.-
Lo que no es lógico ni natural es intentar resolver el problema sespiriano
del "ser o no ser" de algo, que es un problema ontológico, por
medio de la psicología, que es una ciencia particular. Más que particular, particularísima. Eso es un error de método conocido y
llamado reduccionismo. La realidad no se puede
reducir a lo que se ve desde una esquina cualquiera, hay que mirarla en
conjunto y desde arriba. Marx.-
Las ciencias, eso que tu llamas "esquinas" del conocimiento, es lo
único seguro que tenemos. Lutero.-
¡Segurísimo!. Por eso la ciencia consideraba a la Tierra el centro del
Universo. En mi siglo, Copérnico descubrió que
dábamos vueltas alrededor del Sol. Dos siglos más tarde, Newton seguía
defendiendo la existencia del espacio absoluto. Y otros dos más tarde, Einstein ha descubierto que el movimiento y el espacio
son cuestiones sólo de relación. La ciencia, sin duda, es segurísima, tanto,
que no para de echar al cubo de la basura lo que dos días antes era moneda
universal. Marx.-
Si Feuerbach estaba equivocado, entonces también Sigmund Freud. Lutero.-
No he dicho tal cosa, Karl, no he negado el
fenómeno de proyección que invoca Feuerbach, he
negado que eso, por sí solo, lo explique todo, he negado la validez de la
psicología, que es una reducida parcela del saber, como explicación total de
la realidad. Os he acusado de practicar reduccionismo. Marx.-
En tal caso, es obvio que tampoco vas a admitir las conclusiones del mayor
genio de la psicología. Lutero.-
También era judío y era ateo, como tú. ¡Qué lástima, tanta materia gris y tan
desaprovechada! Marx.-
¿Es ése todo el comentario que se te ocurre? Lutero.-
Es que apenas hay nada que comentar. En Freud, como
en Feuerbach, el origen es el mismo, el deseo de
inmortalidad del hombre; el resultado final el mismo, la invención del Dios
eterno; sólo en el mecanismo del proceso difieren, uno habla de proyección y
el otro de sublimación del instinto reprimido. Pecata
minuta. Marx.-
Pero si a eso unimos la teoría de un tal Marx, ya
no se queda tan sola la psicología. Lutero.-
Tu materialismo histórico es tan profundamente desafortunado que preferiría
no comentarlo. Te he cogido afecto, querido amigo. Marx.-
Yo también a ti, pero no evitarás que lo comente, aunque solamente sea por
interés del lector- hizo un breve paréntesis y continuó- Bebí en las obras de
Hegel su teoría de la "objetivación del
trabajo". Cuando el hombre hace algo, es él mismo el que se objetiva en
lo que hace, de tal manera que la manufactura del obrero se convierte en algo
más que una "cosa", es también el espíritu del propio obrero
convertido en mercancía. Al especular luego el empresario con esa mercancía,
también está especulando con el autor del trabajo. Es una alienación del
trabajador. Lutero.-
Perdona un momento, porque está claro que yo no soy capaz de escuchar un
error y permanecer callado. En esa conocida teoría hay un fallo inicial. No
se tiene en cuenta que ese maldito capital que compra el trabajo del obrero
no es otra cosa que trabajo a su vez. Lo mismo que la manufactura no es
únicamente una cosa, el capital tampoco es únicamente una cosa, un montón de
monedas, es realmente un montón de trabajo ahorrado y acumulado. Marx no
esperaba esa puntualización. No respondió. Lutero.-
La materia no es una cosa en sí misma, es una acumulación de energía que se
hace visible. De igual modo, eso tan etéreo, el trabajo, cuando se acumula se
hace visible en capital. ¿No es eso, acaso, el salario del obrero? ¿No es su
trabajo del día convertido en monedas? Marx.-
No es que yo no lo supiera, es que no sé cómo te las arreglas, pero siempre
tienes algo que decir. Te encanta destriparlo todo. Lutero.-
Me encanta buscar la verdad. El fondo real de tu problema, por tanto, no es
como tú lo planteas, aunque te lo hayan admitido siempre, es que el trabajo
acumulado del capitalista es enorme y compra el pequeño trabajo diario del
obrero. Marx.-
Dicho de otra manera, el obrero tiene que vender su pequeño trabajo diario
para poder subsistir, y el capitalista no porque tiene una enorme reserva de
trabajo. ¿Te gusta más así? Lo cual conduce, según la ley de la oferta y la
demanda, a que el segundo, que puede esperar, se aprovecha del primero, que
tiene urgencia en vender. Lutero.-
Me gusta más porque es lo correcto. Marx.-
Con tu permiso y si no tienes más cositas que decir, voy a continuar. Es esa
alienación, producida por el sistema económico, la que ha empujado siempre al
trabajador a poner los ojos en el cielo, puesto que en la tierra le va tan
mal. En mi teoría, por tanto, la causa del proceso no es ningún deseo
espiritual de infinitud, como dice Feuerbach, ni
una pura frustración, como dice Freud, lo que hay es
un deseo humanísimo de escapar de la miseria, que es
cosa muy distinta; si bien el resultado es el mismo: el hombre proyecta ese
impulso reprimido de justicia hacia un ideal más allá de las nubes. Eso es
todo lo que hay debajo de la religión. Lutero.-
En tu obra no la llamas religión, la llamas "conciencia invertida del
mundo" Marx.- Y
seguro que tendrás algo que oponer. Lutero.-
Nada en cuanto a que la religión defiende el amor y la paz, y en el mundo,
efectivamente, lo que hay es lo contrario. En eso sí es una conciencia
invertida. Pero no estoy de acuerdo en cuanto a que todo ello se inicie y se
quede ahí abajo, en la tierra, en vez de llegar inspirada desde el cielo. Marx.-
Esos son precisamente los mitos, "el cielo", "el más
allá", "el más arriba", "la ultratumba"..... En mi
teoría no hay más realidad que la económica, y todo lo demás, religión,
moral, arte, política, todo, constituyen una superestructura, un conjunto de
manifestaciones de la realidad económica. A medida y en función de lo que la
estructura económica varía, así va cambiando de signo toda la superestructura
en cada época. Desde la religión hasta el arte, todo depende del sistema
económico de cada momento. Lutero.-
Lo sé, lo sé. Y el día en el que se imponga el nuevo orden económico, el
comunismo, al cesar la alienación del hombre desaparecerá la sed de justicia,
y con la sed de justicia desaparecerá también la imagen proyectada de una
eternidad y un dios justiciero. Se acabará la religión. Lo sé...... Lo malo
es que resulta que el Sr. Lenin ya puso en marcha
tus ideas y no dieron resultado ninguno. Tu teoría del materialismo
"histórico" se ha hundido por falta precisamente de eso, de
resultado "histórico" ninguno. Ha sido un fracaso monumental. Marx.-
Sobre todo si el capitalismo le pone cerco. Al pueblo es muy fácil seducirlo
desde fuera. Lutero.-
Más fácil es hundirlo en la miseria desde dentro. Ni trajiste ningún edén a
la tierra ni tampoco acabaste con la religión. ¡En qué cabeza cabe que esta
miseria que es el mundo pueda convertirse en un paraíso! ¡Qué iluso, Karl, qué iluso! Marx.-
Dificilísimo, lo comprendo. Pero mirando hacia arriba, hacia ese cielo
beatífico por si cae maná, sólo se puede sacar ceguera y dolor de cuello. Lutero.-
Te he dejado hablar, pero en tu teoría hay un error que la invalida desde el
principio y para siempre. Todo eso del capital, la alienación del trabajador,
el ansia de emancipación y todo lo que tú quieras, será desde que aparecieron
las clases sociales, que es cuando surgió ese problema. ¿Y qué tiene eso que
ver con Dios, que es tan antiguo en el pensamiento del hombre como el hombre
mismo? ¿Cómo puede ser lo divino invento de una organización social clasista
que todavía no existía? Marx.-
Siempre ha existido algún tipo de organización y explotación entre los
hombres, por incipiente que fuera. En todo caso, no me niegues que ha sido
desde que el hombre ha dejado de mirar hacia arriba y ha bajado la mirada a
sus asuntos, cuando ha comenzado a progresar. Lutero.-
Según a lo que tú llames progreso. Marx.-
La historia de las revoluciones industrial, científica y tecnológica, la
historia del progreso, va de la mano de la historia del ateísmo y la
indiferencia religiosa. No habrá triunfado el comunismo como sistema político
concreto, pero sí ha triunfado la desacralización, la filosofía materialista. Lutero.-
En eso tengo que darte toda la razón. No es que corran malos vientos para la
fe, es que corre un aliento fétido. Marx.-
¿Y qué es eso, sino la prueba de mi materialismo histórico? A medida de que
ha cedido la explotación del hombre por el hombre y se ha socializado la
economía, a medida de que van borrándose las fronteras de la injusticia en
Occidente, Occidente va olvidándose de vuestro Dios. Ya no le quedan más que
los suburbios, el tercer mundo. La superestructura de la religión solamente
funciona donde la estructura económica es miserable. Lutero.-
Supongo que sabes que la primera de las acciones de un misionero no es
predicar, es dar de comer. Marx
quizás no acertó con el sentido de las palabras de su oponente y nada dijo. Lutero.-
Desgraciadamente, el hombre comprende por el estómago. Si el misionero me
alimenta es que el misionero es Dios. Si el progreso me alimenta, es que el
progreso es Dios. Marx.-
Pero tú, claro, no estás de acuerdo. Porque con eso, la célebre
"necesidad de Dios" se reduce a un simple problema de estómago.
Dios es aquél que me lo llena. Y si no me lo llena nadie, entonces es que me
lo llenará un Dios que hay después de esta vida. Lutero.-
Haces una descripción perfecta de la zafiedad del hombre. Lo malo es que la
verdad existe, y por encima de que el hombre satisfecho del primer mundo se
olvide de Dios y el hambriento del tercer mundo le implore, Dios existe. Marx.-
Más bien hemos llegado a la conclusión contraria: aunque el hombre
insatisfecho del tercer mundo se invente a Dios, Dios no existe, es una mera
consecuencia de su estómago vacío. Lutero.-
No tengo otro remedio que comunicarte, por si no lo sabes, que el hombre, el
célebre homo sapiens sapiens,
no es únicamente estómago. Comprendo que esto es una verdad demasiado fuerte,
pero te aseguro que es así. También tiene otras cosas: vello, dentadura,
vasos sanguíneos..... Y además, ¡cosa insólita!, memoria, entendimiento,
voluntad...... Tiene alma. De las discrepancias entre el alma y el estómago,
no pretendas sacar la peregrina conclusión de que únicamente existe uno de
los dos y el otro es inventado. Marx.- A
veces te pasas con tu sentido del humor. Lutero.- A
veces te olvidas de lo único noble que hay en el hombre. Lo que quería
decirte es que no solamente existe el estómago vacío y la sensación de
injusticia que empuja al hombre a inventarse a Dios, también existe el alma
angustiada y la sensación de vacío porque le falta Dios. Marx.-
Puede ser que también el alma se lo invente, como el estómago. Lutero.- No es que se lo invente, es que "el
alma ha sido hecha por Dios, y está inquieta hasta que descanse en
Dios". Marx.-
Firmado: San Agustín. Lutero.-
Da igual quién lo ha firmado. No es sólo una sentencia, es una verdad. Marx.-
En todo caso, será cuestión de prioridades, por lo que se ve. Si antes de
predicar hay que dar de comer, debes reconocer que el hombre es más animal
que espiritual. Lutero.-
"Más", no, "antes". Lo que tú quieres decir es que antes
que nada es animal, porque las necesidades materiales son perentorias,
inaplazables. Pero que sean "antes" no significa que sean
"más". Lo admirable del hombre no es el estómago, es el espíritu,
aunque las cosas del espíritu puedan esperar. Marx.-
Lo último que tengo que decirte es que os habéis pasado la vida predicando un
Dios eterno que ha inventado al hombre. Nietzsche
tuvo la osadía de matarlo. Pero Nietzsche llegó
tarde, porque antes Feuerbach había descubierto que
no existe, que es el hombre mundano el que ha inventado a Dios, y no al
contrario. Resumen: Ateos.- La psicología
puede explicar perfectamente la existencia de Dios. El miedo del hombre ante
la muerte, su angustia ante la desaparición total, su anhelo irreprimible de
inmortalidad, le empujan a proyectar ese anhelo, o a sublimar esa angustia,
en otra hipotética realidad existente en el más allá. Son las explicaciones
dadas por Feuerbach y por Sigmund
Freud. La explicación dada por Karl
Marx en su materialismo histórico, es que todo lo
llamado espiritual es una superestructura creada por la única realidad
existente, lo material. La religión no es otra cosa que el intento del hombre
por escapar de la alienación y sufrimiento provocados por un orden económico
injusto y explotador. Teístas.- Pretender
que ramas concretas y limitadas de la ciencia, como son la psicología o la
economía, puedan servir para explicar la vasta y compleja realidad de la
existencia, es un error conocido y bautizado como reduccionismo.
Por otra parte, Marx olvida que la religión es tan
antigua como el hombre, y la lucha de clases sociales en que basa su teoría
no. El error en que incurren las tres teorías es
típico de la ciencia: la confusión entre los diferentes ámbitos de la
realidad. Basándose en que existen los fenómenos psicológicos de proyección (Feuerbach), sublimación (Freud)
y anhelo de escapar de la alienación económica (Marx),
no puede deducirse que lo trascendente existe sólo en el ámbito psicológico,
pero no en las demás esferas de la realidad. Que el pensamiento del hombre
sea capaz de imaginar algo no empece que ese algo
exista también fuera del pensamiento del hombre. ---------------------------------- Esta publicación está destinada únicamente a interesados
particulares. Prohibida la reproducción total ni parcial por ningún
medio. Todos los derechos reservados. © Gregorio Corrales. |