(Imagen tomada del reportaje “Salvador Dalí”)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Carta abierta a la Cúpula de la Iglesia:

 

Puedo hacer mías las palabras bíblicas: “Será contado entre los malhechores”. A mí no podrás contarme entre los malhechores, pero me contarás entre los herejes, que es lo más doloroso a que puedes condenar a quien es profundo creyente.

 

Nací y fui educado en tu seno y te amo irremediablemente. De este amor sin límites nace mi desesperación por tus errores. La sociedad está en el final de su historia, está enferma; pero tú, Iglesia oficial, también estás enferma, tu mano ha perdido el poder de levantar a la humanidad del sepulcro en el que se corrompe. Médico y paciente os disputáis por igual la confusión.

 

Cuando hablo de ti, “Iglesia oficial”, no hablo de la Iglesia de Dios, la de Jesucristo, hablo de la Iglesia que tú has fabricado, la“Iglesia de los hombres”, hablo de ti, “Cúpula del Clero”. Llevas siglos olvidada de Cristo, vives rodeada de púrpura, te has despojado de las sandalias y te has revestido de mitra, báculo y anillo, vives en palacio y recibes a los embajadores de la Bestia de Occidente; y ahora, bajo la excusa del ecumenismo, fraternizas también con la Bestia de Oriente. No existe más ecumenismo que el de los hijos de la Iglesia de Cristo, tristemente divididos. Todo lo demás es pacto con los falsos profetas.

 

Pero yo nací en tu seno. Me enseñaron a amarte desde niño. Ni me he ido de ti ni me iré nunca. Sólo quiero lanzarte un grito desde dentro de tus muros, un grito desesperado que se eleve y golpee tu cúpula para decirte esto: abandona el palacio, vuelve al Monte de los Olivos; despójate de brillos y vístete de sayal; vuelve a tu origen, a la Iglesia que trasformó al mundo, a la Iglesia pobre, humilde y valiente de Jesús de Nazaret, aquél que no dudaría en aceptar nuevamente la Cruz por denunciar el crimen de hoy sobre los indefensos, el crimen institucionalizado de la Bestia Democrática, ésa con la que tú confraternizas. Sólo así volverás a iluminar el mundo, sólo así volverás a levantar a Lázaro del sepulcro. Si no te conviertes, lejos de purificar a la humanidad, seguirás siendo levadura de confusión.

Gregorio Corrales .

 

 

 

 

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© Gregorio Corrales.

 

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