IX.- Proposición de prueba

(última actualización: 10-06-2017)

 

 

Hay dos formas de concebir el universo:

 

1.             La clásica, la que parte de la explosión de una partícula física inicial, la cual, al explosionar, engendró un universo esférico que avanza hacia fuera de sí mismo y en el que todo son fuerzas para poder explicar lo que va ocurriendo dentro, durante ese “avanzar continuo, sobre un medio exterior no identificado”.

 

2.             La de este libro, en la que no hay ni explosión, ni medio circundante, ni fuerzas; hay desencadenamiento interno de una energía primordial, en forma de espiral plana como la de las galaxias, dentro de la cual todo lo que ocurre es generado de forma natural, sin fuerzas, por la distensión elástica del espacio y la geometría curva de la espiral.

 

Más disparidad de criterio sobre lo que es el cosmos, imposible. El vuelco a la “sinrazón” de lo que, hasta ahora mismo, se ha venido manteniendo en la astrofísica y han venido contándonos, ese vuelco es copernicano:

 

 

ü             La sinrazón de un globo universal esférico, como todos los globos..... a pesar de que ya ha sido comprobado, por la propia ciencia, que el pretendido “universo-globo”, no es un globo, es plano.

 

ü             La sinrazón de un espacio continuamente “conquistado y añadido” por la expansión....... pero sin que sepamos de dónde, puesto que el espacio absoluto no existe.

 

ü             La sinrazón del amor de las masas por las masas, amor tan absurdo como apasionado....... pero jamás demostrado.

 

ü             La sinrazón de una fantasmal “materia oscura”, necesaria para poder cuadrar las cuentas gravitatorias de la masa universal...... pero, como buen fantasma, jamás visto ni hallado.

 

ü             La sinrazón de la división del gran motor de todos los movimientos del mundo en cuatro fuerzas primordiales.... pero cuya Gran Unificación, aunque denodadamente buscada, jamás llega.

 

ü             La sinrazón de un mapa del espacio universal parcelado en “campos gravitatorios, irregulares y cambiantes”, según las posiciones de los astros...... pero que se da de bruces con una velocidad de escape fija, concéntrica e inalterable en cada uno de los astros, sin que los astrofísicos se den por aludidos ni intenten siquiera justificar el disparate.

 

 

 

Todo esto anterior que aquí acabo de reproducir, es lo que figura en la portada de este mismo libro, y lo traigo de nuevo a esta página porque, sobre el último de sus puntos, es sobre lo que voy a demostrar que toda la concepción clásica del cosmos es un sinsentido continuo, y que es justamente ese mismo punto el que demuestra la validez del modelo de universo aquí presentado. Así es que comencemos por recordar en qué consiste la gravedad por atracción, según la astrofísica, y la gravedad por inercia, según mi obra, antes de entrar en la comparación de los dos diferentes mapas gravitatorios.

 

·               La astrofísica tradicional ha venido considerando, como clave de todos los movimientos, la gravedad por “atracción de masas” y, a partir de Einstein, la gravedad por la curvatura del espacio. Pero si se fija el lector, estos dos modelos, el clásico y el einsteniano, obedecen al mismo patrón, bajo los dos supuestos subyace la misma causa, la presencia de masa, pues tanto el poder de atracción como la curvatura del espacio están directamente relacionados con la cantidad de masa.

 

ü            Por consiguiente, tanto para la astrofísica tradicional como para la relativista, lo que hay en el origen del proceso es masa, y después y como consecuencia de la existencia de las masas, es cuando se producen los fenómenos gravitatorios, bien por atracción o bien por la curvatura del espacio.

 

·               En mi modelo de universo, sin embargo, la clave está en la geometría curva del espacio, la cual engendra, primero, los movimientos rotatorios, y luego y por combinación con la expansión general, el movimiento ondular y la correspondiente inercia que presiona hacia el centro de la rotación.

 

ü            En mi modelo, por tanto, el proceso es el inverso, no es de dentro hacia fuera (atracción de la masa), sino desde fuera hacia dentro (la inercia que presiona a la masa hacia el centro de rotación) (capítulo VI).

 

El halo gravitatorio y el nuevo mapa del espacio

 

El efecto gravitatorio no atañe sólo a lo que es el astro que está en rotación, sino que afecta a toda la masa, por poco densa que sea, que gira y se desplaza con él, constituida principalmente por la atmósfera, y en cuyo seno se produce el fenómeno conocido como caída de los graves; todo ello (astro más halo gravitatorio) resultado de la contracción de la primitiva nebulosa. Y esto da lugar a una nueva configuración de lo que es el del mapa del espacio.

 

·               En la concepción hasta ahora vigente, según la cual la gravedad se trataba de una “atracción de la masa por la masa”, aunque se constataba la caída de dicha atracción en razón directa al cuadrado de la distancia, esto no impedía que su campo de acción fuese sin límites y, además, se ejerciese a pesar de todo tipo de posibles obstáculos interpuestos. Al menos teóricamente ( y también sospechosa e inverosímilmente) así ha sido concebida por la ciencia hasta hoy. Démosla por buena (de momento) y sigamos.

 

·               En ese viejo mapa dibujado por la concepción académica de la gravedad, y ateniéndonos literalmente a su contenido (alcance ilimitado), el espacio siempre aparecía como posesión privada de alguien; o dicho de otra manera, era como un campo parcelado y poblado de fronteras, en el que, atravesar una de estas fronteras, significaba adentrarse en la parcela propiedad gravitatoria de otro astro.

 

·               En ese laberinto de fronteras compartidas, no había fundamento para presumir la existencia de espacios neutrales, libres. Teóricamente, ateniéndonos al concepto de la gravedad por atracción, aunque la misma decae en razón al cuadrado de la distancia, nos situásemos donde nos situásemos, allí debería alcanzar el poder de atracción de todas las masas del universo y, en concreto, el dominio de una determinada: la del astro más masivo o más cercano.

 

·               Y si este viejo mapa del espacio lo consideramos conforme al modelo gravitatorio de Einstein, es decir, por la curvatura del espacio en presencia de las masas, entonces el radio de influencia no es tan infinito como en el caso de la atracción, desde luego, pero es lo suficientemente notorio como para que apenas existan espacios libres.

 

·               Sin embargo, en esta nueva concepción de mi obra, según la cual la gravedad no se debe a la pretendida atracción de masas, ni tampoco a la distorsión del espacio de Einstein, sino a la inercia generada por la línea ondular en cada masa en particular (combinación de los movimientos de rotación y traslación), el nuevo mapa del espacio nada tiene que ver con lo dos anteriores

 

·               Ahora todo ha cambiado. Ahora sí, ahora existen inmensos espacios libres, exentos de gravedad; y la causa es que ésta, la gravedad, ha dejado de ser la actuación prácticamente sin límites de las masas, y ha pasado a ser una inercia que presiona a cada una de las masa en particular (punto anterior), restringiendo la actuación gravitatoria, desde el campo sin límites anterior, al campo particular de cada astro o sistema.

 

Frente al antiguo mapa de un espacio universal enteramente sometido a la acción gravitatoria, este nuevo mapa limita la gravedad sólo a cada astro que rota y se desplaza con su halo gravitatorio, quedando todo el espacio interestelar libre de gravedad.

 

La velocidad de escape

 

Volviendo a las dos tesis enfrentadas en el tema de la gravedad, “inercia frente a atracción de masas (o curvatura espacio)”, voy a acudir a un fenómeno bien conocido para probar cuál de ellas es la auténtica, la que mueve al universo, y cuál la que nada mueve, porque es un invento.

 

ü             La llamada velocidad de escape, o también velocidad de liberación, es una e invariable en cada astro, es decir, es específica, cada astro tiene la suya y, además, permanece inalterable, condiciones que la convierten en la llave maestra para dirimir esta cuestión.

 

¿Cómo? Pues de la forma más natural, como todo ha sido hasta ahora en esta obra. Si tenemos dos mapas diferentes del espacio, el conformado por la gravedad concebida como atracción de masas (o curvatura einsteniana), y el nuevo mapa conformado por la inercia gravitatoria de este libro, basta con chequear el comportamiento de este conocido fenómeno, la velocidad de escape, según un modelo y según el otro, y comprobar lo que no podía ser de otra manera: que la velocidad de escape, específica e inalterable, únicamente se cumple en el mapa del espacio construido por la inercia gravitatoria de este libro, pero nunca en el viejo mapa espacial de la astrofísica, construido según la atracción de masa o según la tesis de Einstein.

 

Como su nombre indica, velocidad de escape o de liberación se llama a la velocidad mínima y suficiente para escapar o liberarse de la gravedad de cada astro. Al lanzar un móvil cualquiera desde la superficie de la Tierra, por ejemplo, en la dirección opuesta a la vertical de los radios terrestres, además de la resistencia atmosférica, el móvil irá siendo desacelerado por la gravedad hasta frenarlo del todo y retornarlo al punto de lanzamiento. Esto es lo que todos conocemos por experiencia.

 

Pero resulta obvio que todo depende de la fuerza con la que se dote al móvil en cuestión. En el caso conocido por todos, es decir, en el caso de las naves espaciales, puesto que van continuamente impulsadas por sus propios equipos, basta con que la velocidad desarrollada, en cada punto del recorrido, sea superior a la fuerza gravitatoria de retención en ese mismo punto, con lo cual la nave irá superando ése y todos los demás puntos del recorrido y acabará por salir, enteramente, del campo de gravedad de nuestro planeta. Depende, por tanto, de la velocidad con la que se impulse a la nave en cada momento del recorrido.

 

Cuando se habla de velocidad de liberación, por supuesto, no es en referencia a lo dicho en el párrafo anterior, sino en referencia a un móvil inerte que es lanzado desde la superficie de un astro, con una velocidad suficiente para que sea capaz de superar todo el campo gravitatorio de dicho astro, sin propulsión adicional ninguna durante el recorrido. Se trata, por consiguiente, del caso teórico de un proyectil lanzado, no de una nave autopropulsada.

 

ü             La velocidad inicial de lanzamiento, capaz de vencer por sí sola todo el campo gravitatorio de un astro, es a la que se llama velocidad de escape, y ha de responder a la ecuación: V = Ö 2GM/R, en la cual G representa la constante de Newton por la aceleración, M la masa del astro desde el que es lanzado y R el radio de dicho astro. En nuestro planeta, la referida velocidad, a nivel del mar, es de 11,2 km/s.

 

Hasta aquí, lo que la ciencia confirma. Desde aquí en adelante, lo que, según parece, la ciencia no ha sido capaz de detectar nunca: la radical contradicción entre la velocidad de escape, específica e inalterable en cada astro, y el mapa gravitatorio de una atracción sin límites (o de una curvatura de lejanos límites) que la astrofísica ha venido manteniendo desde siempre.

 

·               Ya ha quedado antes demostrado que, en cualquiera de los dos universos gravitatorios concebidos por la astrofísica (el de atracción o el de curvatura), todo o casi todo el espacio universal estaría sometido a la gravedad. Nos situásemos dónde nos situásemos, ya dijimos antes que hasta allí llegaría el poder de atracción de multitud de astros, siempre bajo el dominio del más masivo o más cercano a nuestra posición (o hasta allí es posible que llegase la deformación del espacio einsteniano)

 

·               En el cosmos, por tanto, no existirían, o apenas existirían, espacios libres. Las fronteras de los diferentes campos gravitatorios de los astros se adaptarían unas a otras, según el poder de sus respectivas masas, presentando un mapa espacial parcelado, en el que no existirían “rincones” o parcelas exentas de gravedad.

 

·               Por la misma causa, esos campos gravitatorios de los astros no serían jamás figuras geométricas regulares, ni menos aún esféricas, sus fronteras dependerían del equilibrio entre su poder de atracción y el poder de los demás astros limítrofes en cada punto del espacio, lo que daría lugar a campos gravitatorios de geometrías absolutamente irregulares y adaptadas las unas a las otras en sus contornos.

 

·               En consecuencia, el campo gravitatorio de cada astro, además de geométricamente irregular, no sería estable, no presentaría siempre la misma figura, sino que ésta cambiaría continuamente en función de los movimientos del propio astro y de los movimientos de los demás astros limítrofes. El campo gravitatorio de la Tierra, por ejemplo, no podría ser el mismo en el afelio que en el perihelio, ni tampoco en conjunción que en oposición con otros planetas etc.

 

·               Por consiguiente, en una situación como la descrita en los puntos anteriores, que es la mantenida por la astrofísica hasta ahora, la velocidad de liberación de cada astro nunca podría ser ni única ni estable.

 

·               En cada momento del desarrollo del cosmos y dependiendo de la posición relativa de cada astro respecto a los demás, su campo gravitatorio variaría, tanto en las dimensiones como en la figura geométrica, lo cual conllevaría la variación permanente del valor de su velocidad de escape.

 

Si partimos de la certeza de que en el universo varía continuamente la posición relativa de los astros, a la luz de esta teoría oficial de la gravedad es innegable que deberían estar variando, en la misma medida, los campos gravitatorios correspondientes y, también en la misma medida, las velocidades de escape suficientes para liberarse de ellos. Y, sin embargo, esto no es así. La velocidad de liberación se mantiene invariable en cada astro. En la superficie marítima de nuestro planeta es de 11.200 m/s siempre. Pero es que este error no constituye un fallo puntual, consiste en una grieta suficiente para derrumbar la actual concepción entera del cosmos:

 

·               Demostrar el error en la concepción de la gravedad oficialmente aceptada, conlleva dejar demostrado el error en la concepción del modelo de universo entero: desde el origen en una partícula que explosiona, hasta la forma esférica, construida por espacio estático y por fuerzas ad hoc para cada movimiento. Este modelo entero falla, porque ninguna de estas cosas es posible en un universo, cuya gravedad, haya sido concebida correctamente.

 

Una gravedad por atracción de masas o por deformación del espacio, produciría un mapa espacial parcelado, irregular y mudable, radicalmente incompatible con una velocidad de liberación única e inalterable en cada astro.

 

Sin embargo, frente a esta forma oficial de concebir lo que es el espacio y la gravedad (frente a este desaguisado, diría mejor), se ofrece en este libro una forma coherente, productora de un espacio en su inmensa mayor parte libre, y unos campos gravitatorios limitados, regulares e invariables, sean cuáles sean las posiciones relativas de los astros entre sí, es decir, capaces de explicar por qué las respectivas velocidades de liberación son siempre inalterables, conforme a lo que expongo en el siguiente punto

 

·               En el modelo de mi inercia gravitatoria, propuesto en el capítulo VI de este libro, al no ser el motor del fenómeno gravitatorio esa supuesta atracción de masas, sino la inercia resultante de la combinación de los dos movimientos simultáneos de traslación por el espacio más rotación sobre el eje, y puesto que tal fenómeno solamente se genera en los astros o sistemas sometidos a esos dos movimientos y solamente a ellos afecta, resulta que:

 

o              El campo gravitatorio engendrado en cada astro no se extiende a todo el ámbito universal, como sucede en la teoría oficial, no tiene más alcance que el de la masa del propio astro que lo ha generado, más la masa, por poco densa que sea, que lo rodea, gira y se desplaza con él (halo gravitatorio), puesto que es ese confín del halo el que marca el final del radio de la rotación.

 

o              Dicho campo gravitatorio, por supuesto, es de forma regular, concretamente forma esférica y concéntrica con el propio astro, y por lo tanto, absolutamente estable, independiente de las posiciones relativas del astro respecto a los demás, ya que se trata de una inercia gravitatoria creada en cada astro y que sólo afecta a cada astro.

 

o              Y por último, más allá de la frontera de ese campo gravitatorio de cada astro, lo que existen son inmensos espacios libres de gravedad, sujetos únicamente a la expansión elástica del espacio que sigue los radios de la espiral plana.

 

Como puede comprobarse, es en esta nueva concepción de lo que realmente es la gravedad y sus causas, desarrollada en este libro, donde se da una explicación coherente del mapa del espacio universal y de la conocida como velocidad de escape, que es propia, estable y única en cada astro, ninguna de cuyas condiciones se cumple en la teoría de la gravedad por atracción de masas, secularmente defendida por la ciencia, como tampoco en la moderna concepción de deformación del espacio de Einstein.

 

¿Hacen falta más pruebas? Es de esperar que entre los científicos todavía quede alguno, independiente y sin complejos, que se interese por lo aquí escrito y se decida a apostar por ello. Mientras tanto, este autor sigue actualizándolo periódicamente, sin preocuparle lo más mínimo cuándo ese día llegará (porque llegar, llegará).

 

Sólo bajo la inercia gravitatoria, tal y como está concebida en este libro, se produce un espacio universal libre y unos campos gravitatorios esféricos y concéntricos en cada astro que gira, con velocidades de escape inalterables en cada uno.

 

 

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© Gregorio Corrales.

 

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(Imagen tomada del reportaje “El arte de fotografiar”)